viernes, 19 de octubre de 2012

Y SI QUIERO ENSEÑAR A ALGUIEN A PESCAR ¿QUÉ HAGO?

Vaya por delante que todo lo que venga a partir de estas líneas son simples opiniones, sin más valor que cualquier otra, y que están basadas únicamente en mis experiencias personales, y en otros casos cercanos que he vivido o que conozco bien. Y estas opiniones son igual de malas, o de buenas, que cualesquiera otras.

Así pues, si llega el día en que nuestro sobrino, hijo, vecino, compañero de trabajo o, palabras mayores, compañero o compañera sentimental (lo que viene a ser la máquina de reñir en ciernes o ya asentada, vamos) nos hacen la ansiada (o temida) pregunta de ¿y por qué no me llevas un día, me enseñas y pruebo yo?, mejor estar preparados, o al menos, prevenidos.

Pues bien, el primer consejo que yo daría es que conviene barajar todas las consecuencias que de nuestra respuesta se puedan derivar, si acaso haciendo incluso una de esas listas de "pros" y "contras". Lista que ante esa pregunta yo jamás he hecho, y así ha sido, que unas veces me ha ido muy bien, y otras muy mal, solo por no prevenir las futuras consecuencias.

Sí hay una serie de condicionantes generales que nos van a ser útiles ante cualquier tipo de aprendiz, sea niño, adulto, le amemos o le odiemos. Y claro, si alguien espera que aquí hable de cosas como las manecillas del reloj o la trayectoria recta de la puntera, que según la edad de cada uno os sonará más una cosa u otra (o las dos), pues, como decía, que nadie espere ningún argumento técnico, táctico o tecnológico, porque de lo que vamos a hablar es de lo que de verdad importa: de pasárnoslo lo mejor posible.

El primer punto, y el más importante de todos, en mi opinión, es la elección del lugar. Y este ha de reunir unas características concretas que nos van a encaminar hacia la consecución de nuestro objetivo. Lo primero de todo, descartemos absolutamente los desplazamientos largos. Tenemos que ir a un sitio cercano, y que la duración del viaje no permita que la ilusión del aprendiz se desvanezca kilómetro tras kilómetro de asfalto. En segundo lugar, olvídemonos de cuestiones técnicas, el objetivo primordial debe ser despertar la curiosidad y el gusto por el rio, independientemente de la pesca, deberemos intentar que nuestro aprendiz esté a gusto, por lo que yo recomendaría seguir a rajatabla algunos puntos tan importantes como evitar los días en los que el clima no acompañe (no queremos viento, ni lluvia ni frío), evitar los rios en los que pueda haber sueltas de agua de alguna presa, evitar los sitios masificados (aparte de por la comodidad y la tranquilidad, recordemos que en general, a los humanos, suele darnos vergüenza aprender cosas nuevas en público, por esa estúpida creencia de que debemos nacer "aprendidos"), etc. Y dentro de lo que a la elección del lugar se refiere, lo más importante de todo, es que elijamos una zona en la que haya truchas, que el comportamiento de estas no sea especialmente complicado y, en definitiva, y resumiendo, que nuestro aprendiz tenga posibilidades reales de intentar clavar algún pez (especialmente si ha practicado otras modalidades de pesca antes, ya todos sabemos aquello de llevar en el maletero la caña de buldó o cucharilla y la de mosca, usar la de mosca veinte minutos, no pescar nada, y volver a las artes que dominamos).

El segundo punto aglutina todo lo referente a la elección del equipo. Pues bien, la caña, carrete, línea, etc. han de ser de la peor calidad posible. Me explico. Por un lado, si yo fuese a intentar pescar por primera vez y me dejasen prestada una caña de 500 euros, por decir una cifra, estaría más pendiente de no tropezar, caerme y romperla, que de disfrutar de la jornada. Claro, este es un razonamiento solo aplicable a aprendices adultos, puesto que un niño difícilmente perderá el tiempo en tales reflexiones, pero no solo evitar la preocupación de nuestro aprendiz por el bienestar del equipo es lo que me lleva a ser partidario de dejarles el peor equipo posible ya que, por otro lado, si realmente se van convirtiendo en pescadores habituales, irán mejorando su equipo (o les iremos dejando prestado cada vez un equipo mejor) y según vayan acumulando experiencia irán aprendiendo a apreciar las diferencias entre una caña muy mala y una buena, entre un carrete bueno y uno malo, etc. Claro, si no queremos que estén preocupados por no romper o deteriorar un equipo bueno, tampoco vamos a dejarles uno tan malo, usado y casi defectuoso que haga que se pasen toda la jornada preocupándose de desenredar lios del carrete o persiguiendo ese tramo delantero que sale disparado cuando emplean demasiada energía en el golpe final en lugar de preocuparse de pasárselo bien.

Por lo demás, y en lo que al equipo respecta, yo no me complicaría mucho. De hecho, personalmente, siempre sigo el mismo patrón: mosca seca en un #14 o un #12 que flote como un corcho y que se vea a kilómetros; bajo de línea de 350 centímetros como máximo y con un perfil que permita extenderlo casi sin ningún esfuerzo (ya llegará el dragado y el microdragado, ahora lo que queremos es que la mosca, más o menos, va a posarse a donde nuestro aprendiz pretendía dirigirla) y nada de sacar más de cuatro o cinco metros de línea (línea de un color naranja fluorescente a poder ser por si hubiese que pasar de puntillas por el tema del control del bucle y esas cosillas).

El tercer punto que yo tendría en cuenta es el de la psicología. Seamos conscientes de que nadie nace sabiendo, y evitemos en lo posible cualquier corrección brusca o cualquier negatividad. Esto no es una competición, no hace falta convertirse en ese profesor de autoescuela que ya no sabe expresarse si no es a base de gritos ni tampoco en el profesor de educación física que parece saciar su sadismo mortificando a los gorditos de la clase. Que hace algo mal, que lo haga!!! Solo queremos que se divierta, y las únicas correcciones a hacer, según mi opinión, son aquellas enfocadas a evitar malos vicios y a garantizar la seguridad de nuestro pupilo. Pero no nos engañemos, los malos vicios no se cogen ni en una, ni en dos, ni en tres jornadas de pesca, así que no seamos quisquillosos en exceso.

Y el cuarto punto que yo tendría en cuenta es el de la seguridad. Cuando he llevado conmigo a personas que jamás habían pisado un rio, no he perdido ni un solo minuto en intentar explicarles los rudimentos básicos del lanzado o unas mínimas nociones de lectura del agua, pero en lo que sí he invertido unos cuantos minutos antes de meter un pie en el agua, es en explicarles cosas como que puede resbalar mucho o que lleven unas buenas botas y nada de aparecer en sandalias y bañador (especialmente en el caso de los niños, procuremos evitar picaduras, cortes, etc.), que si alguna vez están en un rio donde se producen cambios de nivel procuren siempre tener una referencia en la orillas para controlar el nivel del agua, etc.

Y por supuesto, antes que ninguna otra cosa, concienciación absoluta de que no solo debemos dejar el rio y sus orillas como nos los encontramos al llegar, sino que debemos hacer lo posible por dejarlo mejor.

En el caso concreto de los niños recomendaría llevar solo una caña, al menos las primeras veces, y entendiendo como niños los menores de nueve o diez años, ya que a partir de esa edad ya deberían tener una capacidad de razonamiento suficiente como para entender ciertas cosas.

Y hay un punto que es absolutamente obligatorio para todo el mundo: gafas siempre. Da igual que sean de sol, polarizadas o no, que graduadas o de cerca, pero nadie debe ir al rio sin unas gafas que cumplan con una impagable función protectora ante cualquier ráfaga de viento inesperada o ante cualquier intento caótico de lanzado.

Después de todo esto, si conseguimos que no se caiga, que no pierda muchas moscas, que incluso le suba algún pez o que milagrosamente se lleve alguno a la mano, no solo habrá disfrutado nuestro esforzado aprendiz, sino que disfrutaremos también los sufridos maestros (y entiéndase que utilizo esta palabra como sinónimo de aquel que enseña algo, nunca atribuyendo a nadie tal o cual grado de maestría, y menos a mí, solo faltaría!!).

Así que, aprovechando que viene un largo invierno, vamos a ir dejando que sobrinos y sobrinas, hijos e hijas, novios y novias... vayan echando algún vistazo a cajas, moscas, líneas, vadeadores y demás, que a lo mejor a alguno se le despierta cierta curiosidad y allá por mayo del año próximo descubrimos que tenemos un nuevo aprendiz y que quizás, con el tiempo, llegue a ser un magnífico compañero de pesca (aunque quien quiera un magnífico compañero de pesca seguramente no querrá enseñar muchas cosas a su aprendiz, ya que no hay mejor compañero que aquel que pesca menos que nosotros mismos :).

4 comentarios:

  1. Yo lo he intentado con todos en mi casa, hijo, hija MDR( lease máquina de reñir), y no he conseguido que nadie se interese por la pesca con mosca.

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  2. Pero salió de ellos lo de querer ir a probar o te empeñaste tú?? Es que yo hablo de enseñar a alguien que te pide acompañarte algún día. Cuando somos nosotros los que queremos empeñarnos en que venga la mujer, o la novia o el crío suele ser más jodido :(

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  3. No se que me gusta más, tus montajes o leerte. Y seguro que lo haces del tirón!!
    Al lío, estoy en esa fase, mi hijo tiene 10 años y me pide ir a pescar. Para mí la mayor duda es dónde llevarle que pesque pues un chaval si no trinca se aburre, por mucho que le guste la naturaleza y no quisiera que a la primera de cambio lo dejara (ya que la iniciativa ha sido suya).
    Aquí no hay intensivos donde asegurar la pesca y las zonas libres estan o petadas o esquilmadas.....
    En fin la próxima temporada te cuento.
    saludos!!

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  4. Pues... Yo en Asturias llevaba a todo el mundo al mismo rio, uno de montaña cerca del pueblo parecido al Duerna, que estaba lleno de truchas de entre 15 y 25 cm y subían como locas a cualquier mosca que les echases. El libre sin muerte del Bernesga podría estar bien ¿no? Aunque hace unos cuantos años que no voy, la verdad que no sé como está de truchas ni si habrá cambiado el rio y si está fácil de andar o no.

    Con 10 años ya es grande de sobra, el hijo de un primo mío empezamos a llevarlo con 6, y con 10 ya pescaba perfectamente él solo, y solo nos preocupábamos de ir en verano con el rio bajo para que no tuviese peligro y para que pudiese bañarse si se aburría. Ahora tiene 16 y pesca de la ostia, aunque prefiere dedicar más tiempo a las amiguitas de su edad :-D

    Lo que sí que me acuerdo que cuando tenía 9 años le regalé una caña y el padre un carrete, línea y demás, y a partir de tener "equipo propio" quería ir muchas más veces. Y cuando decía que no quería ir nunca le insistíamos. A lo mejor regalarle una caña en Reyes hace que le entren más ganas, aunque eso sí, coge alguna de una medida que te pueda venir bien a tí después, por si se arrepiente ;) (las s curve esas tienen que gustarle a un niño por cojones, con los brillos, la empuñadura de gomaespuma http://www.wright-mcgill.com/wp-content/uploads/2011/08/WM-Gen-II_Scurve_fly.png y Echo creo que también tenía una serie para niños, aunque creo recordar que eran como demasiado infantiles, las Gecko o algo así puede ser? Pues sí: http://www.bearsden.com/media/echo_gecko_lg1.jpg).

    De todos modos, si es él el que quiere ir, y pudiendo enseñarle a montar alguna mosca fácil para que vaya a pescar con sus propias moscas, yo creo que lo vas a tener casi hecho, aunque después igual te pasa como a mi primo, que siempre me empaquetaba el crío a mí porque decía que él quería pescar y no andar pendiente todo el rato :-D.

    Ah, y sí, suelo escribirlo del tirón, que como me ponga a añadir y quitar cosas no acabo nunca, jajaja.

    Un saludo!!

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